Si ha tenido mil experiencias positivas con perros, pero una vez uno lo atacó y mordió, puede haber desarrollado un miedo hacia ellos que persistió durante años. La única experiencia mala triunfó sobre las mil buenas. Si estuvo en una fiesta la noche pasada, y diez personas fueron cálidas y amistosas con usted, pero una fue grosera e insultante, usted puede haber regresado a casa sintiéndose enojado y herido sobre esa experiencia hostil, mientras que las interacciones cálidas se esfumaron. Cuándo recuerda un día típico, o inspecciona su vida, ¿qué experiencias captan su atención? ¿Sus éxitos y los tiempos agradables, o los fracasos, las heridas y las desilusiones?
Si ha notado que usted está inclinado a centrarse en lo negativo, está en compañía de muchos. Nuevas investigaciones en neurociencia muestran que todos estamos bobinados a registrar y recordar los acontecimientos negativos más rápidamente, y más profundamente, que los positivos. Aquí va, brevemente, cómo trabaja esto:
Hay realmente dos clases diferentes de memoria. La primera clase: memoria “explícita”, que se refiere a su capacidad de acordarse de cosas específicas, como los nombres de sus amigos, o donde aparcó el coche. La segunda clase: memoria “implícita” o “emocional”, es menos específica. Es visceral y poderosa, y arraigada en las antiguas estructuras, reptiles y mamíferas tempranas, del cerebro. Crea la atmósfera interior de su mente, su percibido sentido de quien es usted y como siente el vivir; así como sus suposiciones y esperanzas más profundas acerca del mundo.
Una de las estructuras más antiguas del cerebro, la amígdala, es el centro de comando responsable de asignar un tono de sentimiento a los estímulos que fluyen por el cerebro, y para dirigir una respuesta (enfocar, evitar, proseguir). Está preparada neurológicamente para marcar experiencias cuando asustan y amenazan. Una vez que ha señalado un acontecimiento como algo negativo, inmediatamente lo almacena y lo compara al registro de experiencias dolorosas viejas, y si encuentra similitudes, señala alarma. Pero mientras la memoria implícita registra y responde a los acontecimientos negativos casi instantáneamente, aún para comenzar a registrar experiencias positivas le toma de cinco a veinte segundos.
La razón de que seamos así es fácil de comprender. El cerebro no es un órgano para estudiar objetivamente la realidad. Es un instrumento que evolucionó para anticipar y vencer peligros, protegernos del dolor, y resolver problemas: así que peligros, dolor, y problemas son lo que captan su atención. El neuropsicólogo Rick Hanson (www.rickhanson.net) se refiere a esto como “las tendencias negativas del cerebro.” El sistema nervioso humano, él escribe “escanea para, reacciona a, guarda, y recuerda información negativa sobre uno mismo y sobre el mundo de uno. El cerebro es como Velcro para experiencias negativas y Teflón para las positivas. El resultado natural es un creciente, e injusto, residuo de dolor emocional, pesimismo, e inhibición entorpecedora en la memoria implícita.”
¿Significa esto que todos estamos condenados ciertamente a la desdicha? Eso es demasiado pesimista, pero pienso que esta evidencia sugiere que nos es más fácil, a la mayor parte nosotros, tener acceso y mantener a la agitación, la ira y el temor que a la paz, la felicidad, y la satisfacción, y que una vida verdaderamente feliz no sucede sin un esfuerzo deliberado. Hay dos conclusiones en la neurociencia que sugieren que podemos ser optimistas acerca de cambiar nuestro “cociente de felicidad.” La primera es el principio de la neuroplasticidad, que se refiere al hecho de que, a través de nuestras vidas, la manera que utilizamos el cerebro altera realmente su estructura física. La segunda es el descubrimiento que las regiones más altas del cerebro pueden modificar la manera que las regiones más bajas funcionan. Muchas líneas de investigación muestran que cuando utilizamos nuestra intención y atención de maneras sostenidas y enfocadas, podemos hacer mucho en vencer la tendencia negativa de cerebro.
Lo que esto significa en la práctica es que si somos serios acerca de esforzarnos por la felicidad, necesitamos una intención sostenida para tomar las acciones necesarias para producirla, y también tenemos que dedicar atención regular a los acontecimientos positivos en nuestras vidas. Las emociones positivas promueven energía y vigor, contrarrestan la depresión y la ansiedad, aumentan fortaleza en general, y fomentan conexiones más profundas con otros. Pero ellas sólo tienen estos efectos beneficiosos si se registran en la memoria implícita, y ellas no pueden hacer eso si nosotros no las advertimos y no les damos nuestra atención completa. Así, por ejemplo, si estoy teniendo un almuerzo delicioso en el patio soleado de un restaurante, pero mi mente está ocupada con maquinaciones oscuras del pasado y miedos sobre el futuro, la experiencia positiva simplemente no se registra en la memoria implícita. En cuanto a sus efectos en mi atmósfera emocional interior se refiere, es como si nunca sucedió.
La moraleja de la historia es que si deseamos vidas más felices, no podemos permitir solamente que nuestras mentes hagan cualquier cosa que están acostumbradas a hacer. Debemos practicar, regularmente, alguna clase de disciplina mental y emocional para contrarrestar las tendencias negativas del cerebro. El Dr. Hanson enseña una práctica diaria de concentración, en cuatro pasos, que le facilita al cerebro registrar experiencias positivas, de modo que ellas penetren las capas más profundas de la mente para alterar la memoria implícita. Esa práctica es explicada en el próximo artículo.
Traducido del inglés al español por Oliverio Funes Leal.
Tom Moon, MFT
Website: tommoon.net