Con estas palabras, en su libro Comunicación no Violenta: un lenguaje de la vida, Marshall Rosenberg nos desafía a imaginar cómo sería la vida si paráramos de "deberíamos" a nosotros mismos. Para la mayoría de nosotros, esto cuadro es casi imposible porque vivimos con un tiránico "crítico interior", que vigila atentamente cada paso que tomamos y nos critica sin tregua si nuestro comportamiento no está a la altura de sus normas. Y aun cuando la crítica interna nos hace la vida miserable, la mayoría de nosotros no podemos imaginárnosla sin ella porque creemos que si se va, toda motivación y auto-disciplina se nos va a ir también. Dejaríamos de ir a trabajar; no iríamos al gimnasio de nuevo, ¡e incluso podríamos renunciar a cepillarnos los dientes! CNV desafía esta noción generalizada de que la culpa, el enjuiciamiento y la culpabilidad son formas hábiles para motivarnos a nosotros mismos.
Dice nuevamente Rosenberg: "Una premisa básica de CNV es que cada vez que implicamos que alguien está equivocado o es malo, lo que estamos diciendo realmente es que él o ella no está actuando en armonía con nuestras necesidades. Si ocurre que la persona juzgada es nosotros mismos, lo que estamos diciendo es ‘yo mismo no estoy actuando en armonía con mis propias necesidades’... Nuestro desafío, entonces, cuando estamos haciendo algo que no está enriqueciendo nuestra vida, es evaluarnos momento a momento de una manera que inspire cambio de dos formas:
- en la dirección hacia donde nos gustaría ir, y
- con respeto y compasión hacia nosotros mismos, en vez de con auto-odio, culpa o vergüenza.
¿Cómo lo hacemos? Un primer paso importante, cuando nos encontramos juzgándonos a nosotros mismos, es preguntar "¿Qué necesidad insatisfecha mía se expresa a través de este juicio moralista?" Esta pregunta nos alienta a escucharnos enfáticamente a nosotros mismos, y cuando lo hacemos, tenemos más probabilidades de escuchar la necesidad subyacente o las capas de necesidades. Rosenberg considera que cuando la gente se conecta con estas necesidades, un cambio notable se produce en sus cuerpos. En lugar de una vergüenza terminal, la culpabilidad, y la depresión que la gente siente normalmente cuando se critica a sí misma, nosotros "experimentamos una serie de sentimientos. Ya sea tristeza, frustración, decepción, miedo, dolor, o algún otro sentimiento, hemos sido dotados por la naturaleza con estos sentimientos con un propósito: ellos nos movilizan para actuar en la búsqueda y el logro de lo que necesitamos o valoramos. Sus impactos sobre nuestro espíritu y nuestro cuerpo es sustancialmente diferente a la desconexión provocada por la culpa, la vergüenza, y la depresión".
Lo que solemos experimentar primero, cuando hacemos esto, es aflicción, que en la CNV es el proceso de conectarnos plenamente con el pesar que sentimos cuando notamos que no hemos venido actuando en nuestro propio interés. Pero cuando nuestra conciencia se centra en lo que necesitamos, un profundo auto-perdón sigue casi automáticamente, y somos naturalmente estimulados a buscar las posibilidades creativas que satisfagan nuestras necesidades. En cambio, los juicios moralistas usados cuando nos culpamos a nosotros mismos tienden a ocultar estas posibilidades y perpetuán un estado de auto-castigo.
Por lo tanto, cultivamos la auto-compasión "cuando elegimos conscientemente, en la vida cotidiana, actuar sólo en el servicio a nuestras propias necesidades y valores en vez de porque debemos, por las recompensas extrínsecas, o para evitar la culpa, la vergüenza, y el castigo". Un enfoque de la vida, más sicológicamente radical, sería difícil de imaginar. Muchos descartarán simplemente la idea de antemano con el argumento de que se trata de una manera completamente "egoísta" de vivir. Esta crítica me recuerda algo que Alan Watts dijo una vez: "A veces le debemos a otros el ser egoístas." Todo ser humano en el planeta quiere ser respetado y valorado. Todos queremos nuestras necesidades satisfechas, y nadie quiere ser descartado, frustrado, juzgado, o culpado. Pero nunca podemos esperar el respetar a los demás de este modo si nos dejamos a nosotros mismos fuera de la ecuación, porque si somos duros y carentes de compasión hacia nosotros mismos, vamos a tratar, inevitablemente, a los demás con el mismo nivel de desprecio cuando ellos presentan los sentimientos o comportamientos que hemos aprendido a juzgar en nosotros mismos. Es por eso que el primer paso para aprender a comunicarse con los demás sin violencia es entender que la auto-compasión es indispensable para el proceso. Todos trataremos a los demás mejor en la medida que podamos tomar en serio estas palabras antiguas del Buda: "Puedes buscar en todos los ámbitos de la existencia, y nunca encontrarás a un ser más digno de tu amor, y de tu compasión, que a ti mismo."
Traducido del inglés al español por Oliverio Funes Leal.