La mayoría de mis clientes han sido siempre hombres gais, así que estoy más sensible a las identidades sutiles que los hombres gais pueden desarrollar en respuesta a la homofobia. Gran cantidad de chicos gais aprenden a identificarse con ideas tales como: "Nunca seré el hombre que estoy supuesto ser.", "Siempre voy a decepcionar a los demás.", "Estoy fuera de lugar." "Mis sentimientos son equivocados.", " Mis deseos no son dignos de respeto. " Y así sucesivamente. Para muchos de nosotros, ideas como éstas se quedan en el fondo de nuestras mentes, mucho después de que hemos aceptado y afirmado conscientemente nuestra sexualidad, con efectos muy destructivos en el curso de nuestras vidas.
Muchas personas de éxito están acosadas por las identidades de "fracaso". Cuando la realidad de sus éxitos hace conflicto con sus identidades, hacen complicadas gimnasias mentales para descartar la evidencia con el fin de preservar las identidades. En el "síndrome del impostor", por ejemplo, el fracaso es lo que es real: el éxito, como entra en conflicto con la "historia de mi fracaso", es rechazado como algo falso.
Una de las historias personales más difíciles de superar es la identidad de la "víctima", el "uno que siempre es agraviado por los demás", porque esta historia por lo general se desarrolla en respuesta a experiencias reales (a veces terribles) de victimización u opresión, y desafiar la historia de la victimización es fácil de confundir con negar la realidad de esas experiencias. Pero cuando las experiencias reales de victimización cuajan en una sólida identidad, podemos comenzar a ver los que nos rodean como perpetradores, no importa lo que hagan; y a nosotros mismos como las víctimas de injusticias, sin importar cómo los otros nos tratan realmente. Algunas personas con esta psicología son muy peligrosas para los demás, porque perpetran desde la actitud de víctimas. Y son capaces de hacer esto sin sentimiento de culpa, porque se ven como inocentes que simplemente están defendiéndose a sí mismos sin importar lo atroz de su comportamiento real. Uno de los ejemplos históricos más famosos de esta psicología fue Adolfo Hitler, que se vengó en millones por el abuso (muy real) que sufrió cuando niño.
Afortunadamente, no estamos a merced de las conclusiones de nuestra niñez, porque nuestra capacidad humana para la auto-conciencia puede hacer mucho para corregir percepciones distorsionadas. Creo que el tratamiento más eficaz para "la historia de mí" es una combinación de terapia cognitiva y práctica de meditación consciente. En la terapia cognitiva aprendemos a prestar atención a nuestras "diez mejores tonadas", a los temas de fondo recurrentes e ideas con que le damos sentido a nuestra experiencia. En la práctica de la atención plena, aprendemos a estar presente en nuestra experiencia directa cuando ésta ocurre, antes que nuestras ideas e interpretaciones sobre lo que ella significa. Al ser consciente de lo que realmente está aquí, tenemos acceso a la frescura y a la vitalidad inapresable de nuestra experiencia inmediata; y comenzamos a comprender que las ideas fijas acerca de nosotros mismos son, inevitablemente, parciales y engañosas. La clave es no sucumbir a la tentación natural de creer que lo que pensamos debe ser cierto porque siempre lo hemos creído. El lema guía para la superación de la historia de mí es "No creas todo lo que pienses."
Traducido del inglés al español por Oliverio Funes Leal.
Tom Moon, MFT
Website: tommoon.net