Los integrantes de la comunidad LGBTQ enfrentan conflictos similares a los de otros grupos humanos. Sin embargo, difieren de ellos por la peculiaridad y gravedad de algunos problemas atípicos: aquellos que son ajenos a quienes la sociedad considera vagamente como "normales". Estos "problemas atípicos" - de no ser resueltos por los miembros de la comunidad LGBTQ - les traen desdicha y disfunción en sus vidas.


Respecto a esos "problemas atípicos", la tarea de los miembros de la comunidad LGBTQ es simultáneamente simple y compleja.

La simplicidad consiste en que cada individuo debe entender y mejorar su realidad "atípica". Es importante no temer a la diferencia; ni tampoco creer que ésta lo hace peor ni mejor que nadie.

La complejidad consiste en que cada integrante de la comunidad LGBT tiene un problema único y personal que resolver; pero sin olvidar que debe ser parte funcional en el devenir social general de la sociedad donde vive.


"Si presta atención cuidadosa a su entorno, percibirá que aceptar su propia diferencia realmente significa estar a tono con la diversidad de éste. Si desea conscientemente identificarse con ese entorno, contribuya al mejoramiento de éste por medio del suyo propio."
Oliverio Funes Leal

" SI LA NATURALEZA PONE UNA CARGA EN UN HOMBRE HACIÉNDOLO DIFERENTE, TAMBIÉN LE DA UN PODER CON ELLO ”

John Fire Lame Deer líder espiritual Sioux de la Tribu Lakota



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Los fundamentos de la intimidad 6: El miedo al rechazo

En una fiesta, Jack ve a un chico caliente que quiere conocer desesperadamente. Inmediatamente, sube todas sus murallas. Es abierto y amistoso con los demás en la habitación, pero evita hacer cualquier contacto visual con el hombre que le interesa más, y se asegura de no ir cerca de él. Anhela que algún tipo de accidente fortuito los lleve a encontrarse, pero cuando no es así va para su casa solo, sintiéndose triste y decepcionado de que "no pasó nada". Pero al menos, no fue rechazado.

Muchas personas tienen experiencias como la de Jack. Protegerse del dolor de rechazo tiene prioridad sobre los riesgos que el conectarse con los demás requiere siempre. El resultado es que se quedan solos en la auto-protección de sus capullos. Todos tenemos ese temor en cierta medida. La cuestión está en cómo podemos evitar que nos paralice.

Creo que un primer paso es enfrentar y aceptar el hecho de que el rechazo es inevitable. No sucede de manera igual a todos, pero sí nos pasa a todos. Si te acercas a otras personas, vas a encontrarlo. Nunca serás suficiente joven, forzudo, guapo, o rico como para eliminar por completo esta posibilidad. Pero si le sucede a todo el mundo, hay un sentido de que no es personal. Dado que uno no es el tipo de todos, no hay uno que no tenga que enfrentar el rechazo. Aquí hay otra manera de ver el asunto que puede hacer más fácil el no tomarlo de forma personal: Si no estás interesado en mí porque soy, digamos, un tipo alto y regordete en mis cuarentas, y tú estás sólo atraído a jóvenes delgados en sus veintes, su "rechazo" de mí es, en un sentido importante, no sobre mí en lo absoluto. Es información acerca de ti, acerca de lo que te motiva basado en la historia y condicionamiento de tu vida.

Pienso también que la razón, de que tantos tomemos tan personalmente el rechazo, es que casi todo el mundo, en nuestra individualista y competitiva cultura, parece esconder profundamente la secreta convicción de que somos "insuficientes" de algo que pensamos estamos supuestos a ser: insuficientemente guapos, insuficientemente brillantes, insuficientemente educados, insuficientemente graciosos, la lista de presuntas deficiencias es casi interminable. Pero todas ellas se reducen a una profunda, terrible sospecha sobre uno mismo: "No soy digno de ser amado". Casi nadie en nuestra cultura está libre de "cuestiones de autoestima". Así que cuando salimos al encuentro de otros, demasiado a menudo actuamos desde una sensación de vacío, incluso de desesperación. Nos sentimos como mendigos, convencidos de que necesitamos la "validación" de ser amado para asegurarnos de que, a pesar de todo, somos adorables. Y si alguien nos hace caso omiso o nos da de lado, lo tomamos como una confirmación de nuestra indignidad. 

El método más general y práctico para inocularnos en contra del miedo al rechazo es trabajar en la construcción de vidas satisfacientes y equilibradas en las demás zonas de la experiencia. Si cultivamos cuidadosamente relaciones de apoyo no sexuales, encontraremos que tenemos fuentes de comodidad y seguridad en tiempos de estrés y decepción. Si nos encontramos con el trabajo que nos gusta, y que sabemos aporta valor a las vidas de los demás, vamos a construir un sentido de significado y propósito en nuestras vidas que nos mantendrá firmes y calmados a través de los altibajos de las relaciones amorosas.
Pero igualmente importante para hacer frente a este temor es la conciencia en sí mismo. Esta serie ha subrayado repetidamente la importancia de hacer nuestro trabajo interior, de convertirse en íntimos con nosotros mismos, como una condición previa para la intimidad con los demás. La mayoría de las personas huyen de su malestar interior, negándolo, adormeciéndolo, buscando distracciones. Pero en mi experiencia, las personas más felices que he conocido han sido las que han ido más profundamente dentro de su propio sufrimiento. Cuando las personas paran de huir de sus percibidas deficiencias, y dejan de examinarlas, por lo general sucede una cosa notable. Descubren que las cosas que más temen en sí mismos no son realidades sólidas, sino ideas. Y cuando se las enfrentan, las ideas pueden ser examinadas, desafiadas, y cambiadas.

Práctica espiritual activa es otro poderoso antídoto contra el miedo al rechazo. Por "práctica espiritual" no digo "ir a la iglesia". Me estoy refiriendo a cualquier actividad que facilite el contacto con la dimensión profunda de nuestro propio ser. Mis caminos preferidos para este tipo de conciencia en mí mismo son la meditación y el yoga, pero hay muchos otros, incluyendo la psicoterapia orientada al conocimiento. Cuando nos conectamos con la luz en nuestros propios corazones, dejamos de vivir nuestras vidas desde una falta de sentido y privaciones, y ya no nos sentimos como mendigos en nuestra búsqueda de relaciones amorosas. En lugar de buscar a alguien para que sane nuestras heridas amándonos, buscamos más por oportunidades para compartir el desbordamiento de amor que ya está abundante en nosotros. Cuando los regalos que ofrecemos son aceptados, somos felices. Cuando no son aceptados, podemos decepcionarnos, pero no somos devastados, porque estamos asentados en una fuente de valía propia que nadie nos puede quitar.

Traducido del inglés al español por Oliverio Funes Leal.


Tom Moon, MFT
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