Los integrantes de la comunidad LGBTQ enfrentan conflictos similares a los de otros grupos humanos. Sin embargo, difieren de ellos por la peculiaridad y gravedad de algunos problemas atípicos: aquellos que son ajenos a quienes la sociedad considera vagamente como "normales". Estos "problemas atípicos" - de no ser resueltos por los miembros de la comunidad LGBTQ - les traen desdicha y disfunción en sus vidas.


Respecto a esos "problemas atípicos", la tarea de los miembros de la comunidad LGBTQ es simultáneamente simple y compleja.

La simplicidad consiste en que cada individuo debe entender y mejorar su realidad "atípica". Es importante no temer a la diferencia; ni tampoco creer que ésta lo hace peor ni mejor que nadie.

La complejidad consiste en que cada integrante de la comunidad LGBT tiene un problema único y personal que resolver; pero sin olvidar que debe ser parte funcional en el devenir social general de la sociedad donde vive.


"Si presta atención cuidadosa a su entorno, percibirá que aceptar su propia diferencia realmente significa estar a tono con la diversidad de éste. Si desea conscientemente identificarse con ese entorno, contribuya al mejoramiento de éste por medio del suyo propio."
Oliverio Funes Leal

" SI LA NATURALEZA PONE UNA CARGA EN UN HOMBRE HACIÉNDOLO DIFERENTE, TAMBIÉN LE DA UN PODER CON ELLO ”

John Fire Lame Deer líder espiritual Sioux de la Tribu Lakota



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¿Por qué “otredamos”

Aclaración lingüística sobre la traducción. El verbo OTREDAR no existe en español. Tom Moon M.F.T. – el autor del artículo – utiliza la licencia verbal OTHERIZE, inexistente también en el idioma inglés, para expresar mejor la esencia de los conceptos que desea transmitir. En el idioma español, lo más cercano a esa esencia – ofrecida por la Real Academia Española – es la palabra OTREDAD (nombre femenino usado en filosofía, cuyo significado es el siguiente: Condición de ser otro). El traductor también se tomó una licencia lingüística en español, y convirtió la palabra OTREDAD en un verbo, para así mantener el estilo expresivo de Tom Moon.

Hace algunos años estaba caminando con un amigo en San Francisco cuando pasamos por un grupo de adolescentes. Uno de los muchachos gritó: "¡Espero que ambos mueran de SIDA!" Lo miré a la cara y vi puro odio en sus ojos. Me di cuenta de que no me estaba viendo a mi en lo absoluto, sino a una construcción de su propia mente. Para él – como mi amigo y yo diferíamos de él y sus amigos – éramos menos que humanos, no dignos de respeto, y merecíamos ser atacados por el mero hecho de que existiéramos. En resumen, él nos había "otredados".

Investigación neuropsicológica está demostrando que “otredar” es una capacidad humana innata y universal. Tan pronto como ubicamos a las personas fuera del círculo de "nosotros", el cerebro automáticamente empieza a devaluarlas para justificar los malos tratos hacia ellas. ¿Pero por qué? Como “otredar” está en la raíz de casi todos los problemas más difíciles de la humanidad – racismo, sexismo, homofobia, nacionalismo militante, fanatismo religioso, etc., es obvio que estaríamos mejor sin él. Entonces, ¿cómo es que surgió en primer lugar? La antropología ofrece algunas pistas importantes sobre esta cuestión. Durante millones de años, hasta el advenimiento de la agricultura, nuestros ancestros vivieron en tribus de cazadores-recolectores que por lo general tenían menos de 150 miembros. Eran amenazados por depredadores, hambre y enfermedades; y tenían que competir con otras tribus por los escasos recursos. En estas duras condiciones, los que colaboraban con otros de su tribu solían vivir más tiempo y tenían más hijos. Debido a lo afirmado anteriormente, la selección natural favoreció la evolución del amor, la cooperación, la empatía, la lealtad y la justicia dentro de las tribus. Pero esas mismas presiones evolutivas también favorecieron la agresión despiadada hacia los miembros de las tribus rivales. La cooperación y la agresión evolucionaron sinérgicamente: las tribus que eran más cooperativas, eran también más exitosamente agresivas; y la agresión hacia otras tribus exigía la cooperación dentro de las tribus.De ahí la extraña dualidad en la naturaleza humana: somos capaces de amor profundo y actos inspiradores de sacrificio, pero somos capaces de crueldad sin límites también. El tribalismo está vivo y bien en las estructuras de nuestro cerebro.

Pero mientras que la capacidad de “otredar” está profundamente arraigada, también es cierto que las estructuras más recientemente evolucionadas del cerebro pueden alterar el comportamiento de las estructuras más primitivas. O, más simplemente, nuestra capacidad única para la auto-conciencia, la auto-reflexión, y la intención deliberada nos dan también una capacidad única para la libertad de acción.

Una cosa que podemos hacer – para reinar sobre nuestro propio “otredar” – es no cometer el error común e ingenuo de "otredar al otredor." Es fácil señalar con el dedo a los homófobos y a los racistas, pero se necesita humildad poco común para ver en nosotros mismos lo que condenamos en los demás. En cualquier momento que surjan ideas farisaicas cuando piensa acerca de cualquier otro grupo o persona, sin importar cuan malo, odioso, ignorante, etc., son, sospeche que se le ha activado su propia capacidad para “otredar”. Esto puede ser muy útil para conformar su intención de estar en alerta en aquellas situaciones que lo inclinen a devaluar otras personas. Algunas de estas situaciones son tan automáticas, o parecen tan triviales, que son pasadas por alto fácilmente. Por ejemplo, he notado que cuando estoy conduciendo, a veces “otredizo” peatones que me hacen frenar en las intersecciones (¡tenías que ser…!); y cuando estoy caminando, a veces “otredizo” los conductores que se impacientan con los peatones (¡manejas cómo…!).

Cuando nos damos cuenta que estamos “otredando” a una persona o a un grupo, puede ayudar el recordar estas palabras de Longfellow: "Si pudiéramos leer la historia secreta de nuestros enemigos, encontraríamos en cada uno de ellos suficiente dolor y sufrimiento como para desarmarnos de toda hostilidad.” Cuando “otredamos”, apagamos las vías neuronales mediadoras de la compasión y la empatía. Quizá por esa razón – si usted trata de inclinar su mente hacia sentir empatía por alguien despreciado – ya debe haber experimentado la enorme resistencia, a veces racionalizada por pensamientos acerca de cómo no se lo merecen, o por la extraña creencia de que sentir empatía por gente mala les permite salirse con la suya de alguna manera. Pero si usted puede ver la humanidad en su enemigo, la intensidad de “otredar” automáticamente comienza a disminuir. Esto no tiene nada que ver con excusar el mal comportamiento, o tolerar la injusticia: podemos condenar las acciones crueles, y al mismo tiempo recordar la humanidad del actor. Cultivar el hábito de ver "malos actores" también como "nosotros" toma paciencia, pero se puede hacer.

También podemos beneficiarnos el hacer prácticas espirituales como la meditación benevolente budista, que está diseñada para fortalecer la capacidad de perdonar y ser compasionados. Es irónico que muchos de nosotros nos aferremos tan tenazmente a la costumbre de “otredar”, porque cada vez que fortalecemos estas capacidades positivas, más felices tendemos a ser. Eso es porque todas las emociones relacionadas con “otredar” – desprecio, odio, venganza, miedo, etc., – son dolorosas; mientras que las relacionadas con la empatía y la compasión son tranquilizadoras, pacíficas, e inclusive jubilosas. En su libro El Cerebro de Buda (Buddha’s Brain), el neuropsicólogo Rick Hanson narra la historia de "... una anciana nativo-americana que se le preguntó cómo había llegado a ser tan sabia, tan feliz y tan respetada. Ella respondió: "En mi corazón hay dos lobos: un lobo de amor y un lobo de odio. Todo depende de cual alimento cada día. "


NOTA: (¡tenías que ser…!) y (¡manejas cómo…!) - Frases agregadas al texto original para clarificar la traducción al español.

Traducido del inglés al español por Oliverio Funes Leal.


Tom Moon, MFT
Website: tommoon.net