Martín es un exitoso contratista que emplea a un grupo de treinta hombres. Confían en él, le llaman "señor" por el respeto auténtico que le tienen, y siguen sus órdenes. Pero se crió en la pobreza, con un padre con trastornos emocionales que no pudo sostener un trabajo estable. En su adultez, Martín tiene un sueño recurrente en el que la policía se presenten a su negocio y lo detienen por algún tipo de fraude; y a menudo se imagina que algún día todos sus empleados pierden la paciencia con su "incompetencia" y se van del trabajo. En su mente racional, sabe que nada de esto va a suceder nunca, pero el temor de que suceda lo persigue.
En el caso de Luis, una educación homofóbica es claramente una cuestión importante. Para otros, como Martín, cuestiones de clase están implicados: cuando las personas tienen más éxito financiero y profesional que sus padres, a menudo tienen el temor de que su éxito es, de alguna manera, una ganancia mal habida, y que realmente no merecen esa riqueza. A veces, el sexismo o el racismo están involucrados: el síndrome de impostor se observó por primera vez durante los '70's entre las mujeres que estaban entrando en profesiones antiguamente dominadas por los hombres. A continuación, entre las minorías que iban dejando atrás la pobreza y entraban en la clase media. También he observado el síndrome entre las personas que han cursado estudios superiores, pero que proceden de familias con poca educación. Ellos luchan contra la sospecha secreta de que no son realmente inteligentes o brillantes, y que no tienen ninguna experiencia en las carreras en que fueron entrenados. Una cuestión que parece estar implicada en muchos casos de este síndrome es una especie de culpa extraña que surge de la lealtad. Las personas que son significativamente más felices, más ricas, más instruidas, etc., que sus padres, a veces experimentan sus éxitos como una traición o abandono de sus familias, y creen que sus logros son de alguna manera a sus expensas. Niegan sus éxitos porque, consciente o inconscientemente, están avergonzados de ella. Pero mi impresión es que la cuestión más básica en el síndrome de impostor es un conservadurismo inherente a la mente humana.
Temprano en la vida todos nos formamos mapas mentales, basados en las muy limitadas experiencias de la infancia, que nos dicen que somos y lo que podemos esperar de la vida. Para muchas personas, cuando más tarde sus experiencias difieren de forma significativa de sus expectativas, están menos dispuestas a revisar sus mapas mentales que a cuestionar la validez de su experiencia. Una vez que las creencias básicas se forman, son increíblemente resistentes al cambio. Hay tres cualidades importantes en el logro de importantes cambios psicológicos, y que son vitales para superar el síndrome del impostor: escepticismo, vigilancia, y humildad. En cuanto al escepticismo: las actitudes básicas hacia nosotros mismos y nuestras vidas no comienzan a cambiar hasta que reconozcamos que son sólo eso, actitudes, no realidades objetivas y fijas. Un lema útil para facilitar el cambio cognitivo es “No crea todo lo que usted piensa.” La vigilancia es importante porque tendemos a estar inconscientes de nuestras creencias de la misma manera que somos inconscientes de la respiración. Atención deliberada y sostenida a lo que nuestras mentes nos dicen es esencial para cambiar el contenido de nuestras mentes.
Dado que el síndrome del impostor está tan vinculado con baja autoestima, puede sonar extraño decir que parte del proceso de tratar de superarlo consiste en la práctica de la humildad. Sin embargo, para Luis y Martín, aceptar la posibilidad de que, en lo fundamental, no saben quienes son realmente, es esencial para alterar las percepciones fijas y erróneas de sí mismos. Porque sus creencias fundamentales están basadas en experiencias del pasado que están inevitablemente desfasadas. Si pueden cultivar el hábito de la atención plena, prestar atención a lo que está sucediendo realmente en el momento presente, sin filtrarlo a través de sus principales creencias, se abrirán a lo que en el budismo Zen se conoce como “mente de principiante”, un estado mental que es fresco, claro y libre de ideas fijas. Este es el estado de ánimo que permite surgir nuevas percepciones y nuevos puntos de vista.
Traducido del inglés al español por Oliverio Funes Leal.
Tom Moon, MFT
Website: tommoon.net