Los integrantes de la comunidad LGBTQ enfrentan conflictos similares a los de otros grupos humanos. Sin embargo, difieren de ellos por la peculiaridad y gravedad de algunos problemas atípicos: aquellos que son ajenos a quienes la sociedad considera vagamente como "normales". Estos "problemas atípicos" - de no ser resueltos por los miembros de la comunidad LGBTQ - les traen desdicha y disfunción en sus vidas.


Respecto a esos "problemas atípicos", la tarea de los miembros de la comunidad LGBTQ es simultáneamente simple y compleja.

La simplicidad consiste en que cada individuo debe entender y mejorar su realidad "atípica". Es importante no temer a la diferencia; ni tampoco creer que ésta lo hace peor ni mejor que nadie.

La complejidad consiste en que cada integrante de la comunidad LGBT tiene un problema único y personal que resolver; pero sin olvidar que debe ser parte funcional en el devenir social general de la sociedad donde vive.


"Si presta atención cuidadosa a su entorno, percibirá que aceptar su propia diferencia realmente significa estar a tono con la diversidad de éste. Si desea conscientemente identificarse con ese entorno, contribuya al mejoramiento de éste por medio del suyo propio."
Oliverio Funes Leal

" SI LA NATURALEZA PONE UNA CARGA EN UN HOMBRE HACIÉNDOLO DIFERENTE, TAMBIÉN LE DA UN PODER CON ELLO ”

John Fire Lame Deer líder espiritual Sioux de la Tribu Lakota



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Síndrome de impostor

Luis es una de la gente más querida y respetada en su círculo de amigos, pero cuando sesenta personas se presentaron de sorpresa en su casa para una fiesta de cumpleaños, y lo inundaron con cariño, se escondió en el baño durante diez minutos, porque toda la atención le provocó un ataque de pánico. En su niñez, fue tratado como un paria y un chivo expiatorio. Su padre lo rechazó por no ser el tipo de chico que él hubiese querido tener, y sus hermanos mayores y compañeros de clase se mofaban de él por ser hembrita. Sabe que hoy en día es querido, pero se aterra porque no puede sacudir la sensación de que todos sus amigos descubrirán, en cualquier momento, que en su interior él es indigno del amor que le profesan, y lo van a rechazar de la misma manera que fue rechazado cuando era un niño.

Martín es un exitoso contratista que emplea a un grupo de treinta hombres. Confían en él, le llaman "señor" por el respeto auténtico que le tienen, y siguen sus órdenes. Pero se crió en la pobreza, con un padre con trastornos emocionales que no pudo sostener un trabajo estable. En su adultez, Martín tiene un sueño recurrente en el que la policía se presenten a su negocio y lo detienen por algún tipo de fraude; y a menudo se imagina que algún día todos sus empleados pierden la paciencia con su "incompetencia" y se van del trabajo. En su mente racional, sabe que nada de esto va a suceder nunca, pero el temor de que suceda lo persigue.

Ambos hombres se enfrentan a lo que algunos psicólogos llaman “el síndrome de impostor”. Tienen una persistente sensación de que son impostores, de que están tapándose ante los ojos de todo el mundo. Ellos ven sus fracasos y errores como reales, y atribuyen sus éxitos a cuestiones del azar, a los chiripazos, a la habilidad para engañar, y temen perderlo todo una vez que quede expuesto lo que son realmente.

En el caso de Luis, una educación homofóbica es claramente una cuestión importante. Para otros, como Martín, cuestiones de clase están implicados: cuando las personas tienen más éxito financiero y profesional que sus padres, a menudo tienen el temor de que su éxito es, de alguna manera, una ganancia mal habida, y que realmente no merecen esa riqueza. A veces, el sexismo o el racismo están involucrados: el síndrome de impostor se observó por primera vez durante los '70's entre las mujeres que estaban entrando en profesiones antiguamente dominadas por los hombres. A continuación, entre las minorías que iban dejando atrás la pobreza y entraban en la clase media. También he observado el síndrome entre las personas que han cursado estudios superiores, pero que proceden de familias con poca educación. Ellos luchan contra la sospecha secreta de que no son realmente inteligentes o brillantes, y que no tienen ninguna experiencia en las carreras en que fueron entrenados. Una cuestión que parece estar implicada en muchos casos de este síndrome es una especie de culpa extraña que surge de la lealtad. Las personas que son significativamente más felices, más ricas, más instruidas, etc., que sus padres, a veces experimentan sus éxitos como una traición o abandono de sus familias, y creen que sus logros son de alguna manera a sus expensas. Niegan sus éxitos porque, consciente o inconscientemente, están avergonzados de ella. Pero mi impresión es que la cuestión más básica en el síndrome de impostor es un conservadurismo inherente a la mente humana.

Temprano en la vida todos nos formamos mapas mentales, basados en las muy limitadas experiencias de la infancia, que nos dicen que somos y lo que podemos esperar de la vida. Para muchas personas, cuando más tarde sus experiencias difieren de forma significativa de sus expectativas, están menos dispuestas a revisar sus mapas mentales que a cuestionar la validez de su experiencia. Una vez que las creencias básicas se forman, son increíblemente resistentes al cambio. Hay tres cualidades importantes en el logro de importantes cambios psicológicos, y que son vitales para superar el síndrome del impostor: escepticismo, vigilancia, y humildad. En cuanto al escepticismo: las actitudes básicas hacia nosotros mismos y nuestras vidas no comienzan a cambiar hasta que reconozcamos que son sólo eso, actitudes, no realidades objetivas y fijas. Un lema útil para facilitar el cambio cognitivo es “No crea todo lo que usted piensa.” La vigilancia es importante porque tendemos a estar inconscientes de nuestras creencias de la misma manera que somos inconscientes de la respiración. Atención deliberada y sostenida a lo que nuestras mentes nos dicen es esencial para cambiar el contenido de nuestras mentes.

Dado que el síndrome del impostor está tan vinculado con baja autoestima, puede sonar extraño decir que parte del proceso de tratar de superarlo consiste en la práctica de la humildad. Sin embargo, para Luis y Martín, aceptar la posibilidad de que, en lo fundamental, no saben quienes son realmente, es esencial para alterar las percepciones fijas y erróneas de sí mismos. Porque sus creencias fundamentales están basadas en experiencias del pasado que están inevitablemente desfasadas. Si pueden cultivar el hábito de la atención plena, prestar atención a lo que está sucediendo realmente en el momento presente, sin filtrarlo a través de sus principales creencias, se abrirán a lo que en el budismo Zen se conoce como “mente de principiante”, un estado mental que es fresco, claro y libre de ideas fijas. Este es el estado de ánimo que permite surgir nuevas percepciones y nuevos puntos de vista.

Traducido del inglés al español por Oliverio Funes Leal.


Tom Moon, MFT
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