Los integrantes de la comunidad LGBTQ enfrentan conflictos similares a los de otros grupos humanos. Sin embargo, difieren de ellos por la peculiaridad y gravedad de algunos problemas atípicos: aquellos que son ajenos a quienes la sociedad considera vagamente como "normales". Estos "problemas atípicos" - de no ser resueltos por los miembros de la comunidad LGBTQ - les traen desdicha y disfunción en sus vidas.


Respecto a esos "problemas atípicos", la tarea de los miembros de la comunidad LGBTQ es simultáneamente simple y compleja.

La simplicidad consiste en que cada individuo debe entender y mejorar su realidad "atípica". Es importante no temer a la diferencia; ni tampoco creer que ésta lo hace peor ni mejor que nadie.

La complejidad consiste en que cada integrante de la comunidad LGBT tiene un problema único y personal que resolver; pero sin olvidar que debe ser parte funcional en el devenir social general de la sociedad donde vive.


"Si presta atención cuidadosa a su entorno, percibirá que aceptar su propia diferencia realmente significa estar a tono con la diversidad de éste. Si desea conscientemente identificarse con ese entorno, contribuya al mejoramiento de éste por medio del suyo propio."
Oliverio Funes Leal

" SI LA NATURALEZA PONE UNA CARGA EN UN HOMBRE HACIÉNDOLO DIFERENTE, TAMBIÉN LE DA UN PODER CON ELLO ”

John Fire Lame Deer líder espiritual Sioux de la Tribu Lakota



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¿Eres normal?

Se da por sentado que los gais rompen reglas, o son infractores de ellas; que están fuera de lo convencional y que cuestionan las normas sociales. Por eso me sorprendí al descubrir, en mis conversaciones con hombres homosexuales en los últimos años, que la culpabilidad sexual y la duda personal están vivas y bien presentes en nuestra comunidad, incluso entre muchos que se sienten totalmente a gusto con ser gay.

Recuerdo un hombre que le gusta el sexo en los baños públicos, y conectarse a través del Internet. Dice que, en esta etapa de su vida, disfruta a fondo lo que está haciendo; que le encanta la variedad, y no está interesado en encontrar una pareja habitual. Aún así, se pregunta a sí mismo "¿Significa esto que soy un adicto al sexo?" "¿Quiere decir que soy inmaduro y no quiero crecer?" "¿Tengo miedo del compromiso?" Y así sucesivamente. En el otro extremo del espectro está el hombre que nunca ha tenido sexo casual en su vida y está completamente satisfecho con la monogamia. Esta persona se pregunta por qué está tan "fuera de paso" con sus amigos, y se pregunta si eso significa que él tiene trabas o miedos sexuales. Se pregunta, "¿Me estoy escondiendo en mi relación?"

Una de las fuentes más frecuentes de culpabilidad sexual entre los hombres homosexuales es la dimensión de poder del sexo. A pesar de la mayor visibilidad de los aficionados al cuero y al sadomasoquismo, muchos que se estimulan en fantasías de sumisión, o de dominación, todavía les preocupa si sufren alguna patología en el fondo. El hombre que se estimula con actuar fantasías de ser maltratado se pregunta si esto significa que se odia realmente a sí mismo. Se fija una serie de límites: el "abuso" es esencialmente un papel, una “actuación”, y él se respeta en todos los aspectos de su vida. Sin embargo, dice todavía "Si yo mejoro mi autoestima, ¿estas ‘tendencias’ desaparecerán?" (Y con culpabilidad admite, que si ellas desaparecen, no está absolutamente seguro de que quiere tener más autoestima.) Otro hombre, que es un tierno y leal compañero con su amante de ocho años, se pregunta por qué él es "incapaz de amar de verdad", ya que él y su media naranja actúan fantasías en la que él posee y domina a su pareja. Los dos lo disfrutan, pero él todavía sospechosa (en contra de todas las pruebas) de que él debe albergar cierto odio inconsciente hacia su pareja.

Otro hombre confiesa que, si bien le encanta tener sexo con su novio, él siempre termina de la misma manera, fantaseando privadamente con sus escenas pornográficas favoritas. Se pregunta si ésta es una forma de "hacer trampa". Después de todo, los “normales” no fantasean cuando están haciendo el amor con alguien que les importa, ¿verdad? Aquellos atraídos con hombres jóvenes se preguntan si tienen un "complejo de Peter Pan." El atraído a los hombres mayores se pregunta si tiene un "complejo de padre." Y el que sólo le atrae los hombres de otra raza se pregunta si eso significa que "inconscientemente" odia la suya. Tal psicología menor es una cosa peligrosa.

Es alarmante ver cómo muchas personas gay están dispuestas a entregar la autoridad sobre sus vidas a "expertos" que supuestamente saben mejor que ellos cómo deben vivir. Periódicamente, un cliente me pregunta "¿Soy normal, saludable y bien ajustados si yo…?" seguido de una descripción de alguna fantasía sexual de la cual está preocupado. Yo estoy aparentemente supuesto a emitir entonces una sentencia. La cual puede ser: "Sí, hijo mío, eres normal, ve en paz"; o "No, estás desviado del camino de la normalidad, necesitas terapia." En vista de la historia de mi profesión en cuanto al trato de las minorías sexuales (que, hasta hace poco, era abismal, e incluso hoy día sigue siendo inferior al ideal) me desconcierta el encontrar tanta gente que está dispuesta a renunciar y poner su poder en manos de ayudantes profesionales.

El problema es que todas estas preguntas sobre "normalidad" son en sí alienantes. Cuando pregunto si mi comportamiento es "saludable", estoy asumiendo que existe algún nivel científico de "comportamiento sano", el cual no meramente refleja normas sociales y que pueden ser usadas objetivamente como criterios para juzgar mi propia conducta. Y, por supuesto, los únicos que tienen las credenciales para aplicar el criterio son un grupo de expertos en “normalidad”, a quienes les tengo que pagar para que respondan mis preguntas por mí.

Yo suelo responder a la pregunta “¿Es esto sano?” con mis propias preguntas, tales como, “¿Le gusta lo que está haciendo? ¿Le da placer y satisfacción? ¿Le hace daño a usted o daña a alguien?” Cuando reorientamos el foco del debate de “saludable” hacia una discusión de la felicidad versus la infelicidad, o perjudicar versus no perjudicar, el cliente se convierte en el experto, porque cada uno de nosotros es el que tiene mayor autoridad sobre lo que nos trae alegría y satisfacción, y lo que no. Terapeutas competentes pueden ser capaces de ayudar a facilitar la reflexión sobre este tipo de preguntas, pero ellos no tienen todas las respuestas. Confusión sexual, vergüenza, y culpabilidad son el precio que pagamos cuando compramos la idea de que alguien más sabe mejor que nosotros cómo deberíamos vivir nuestras vidas.
 
 
Traducido del inglés al español por Oliverio Funes Leal.

Tom Moon, MFT
Website: tommoon.net